Como crecí con los videojuegos (no siempre jugando, a veces como espectador o escuchando leyendas sobre técnicas secretas) me faltaba esa jarana cinematográfica relacionada con muchos de los héroes de mi infancia; Rompe Ralph gana su primer punto con la narración desde la perspectiva de “el malo”, la cual está muy bien concebida. La industria cada día es más consciente de que no solo venden los héroes tradicionales.
Pero el gran gancho de la película son los diez primeros minutos: los problemas existenciales de los villanos y las sesiones de terapia grupal para ayudarse unos a otros a aceptar el duro código de programación que les ha tocado; la solución es tomarse la vida partida a partida. Los constantes cameos, si se les puede llamar así, y los guiños, como Sugar Rush y su clara referencia a Mario Kart, dan la sensación de estar ante una obra “from gamers to…
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